COSTA BLANCA


 
 La Costa Blanca es azul... igual que las cerca de 59 banderas que acreditan la calidad de las aguas de sus más de 200 kilómetros de litoral que se pierden en el mar… por algo Alicante es la provincia con más distinciones de este tipo en toda España. En esta parte del litoral mediterráneo se suceden numerosas playas de arena lisa, apacibles calas, imponentes acantilados, cuevas submarinas y bosques que se extienden hasta el agua…


La provincia tampoco puede entenderse sin sus poblaciones de interior que cuentan con una completa red de hoteles con encanto, alojamientos rurales y restaurantes con distintivos y reconocimientos de calidad. Hermosos municipios en los que la unión entre agricultura, clima, artesanía y tradición permiten establecer un modo de vida íntimamente relacionado con la naturaleza. 
 
Y es que la Costa Blanca es, siempre, mucho más que extraordinarios veranos de playas y palmeras... también es montaña, relax, gastronomía y naturaleza. Una receta constante de cariño y cuidado en la elaboración tradicional y vanguardista de sus productos. Esta región ofrece un abanico de experiencias reconfortantes para todos los paladares, que la han posicionado en los mapas gastronómicos internacionales.
 
La variedad no solo esta en las playas y en los monumentos en Costa Blanca, también se encuentra plasmado en la gastronomía, la variedad es una característica, ya sea por las diferentes ciudades que la componen o por los matices propios de cada ciudad. La cocina de Costa Blanca premiada con 12 estrellas Michelin, es la quinta provincia con más galardones de España, convirtiendose en una razón más para visitar cualquiera de sus principales zonas turísticas...

La Ruta del Vino que recorre las distintas bodegas de la provincia es un recorrido que no deja indiferente a nadie... vinos cada vez más reconocidos y premiados que aportan todo ese sabor mediterráneo a la boca de los visitantes.
 
También podrá disfrutar de la Gran Ruta Costa Blanca Interior, una propuesta única que invita a conocer los contrastes paisajísticos, ambientales y culturales de la provincia de Alicante y que permite visitar interesantes vestigios históricos, descubrir mitos y leyendas, conocer distintas tradiciones, arquitectura, costumbres, gastronomía, y artesanía de esta privilegiada provincia.
 
Playas de fina arena, acantilados, kilómetros de dunas y parajes de gran valor ecológico y paisajístico como el Parque Natural de El Montgó, El Parque Natural del Carrascal de la Font Roja, El Parc Natural de la Serra de Mariola, El Parque Natural El Hondo y Parque Natural La Mata - Torrevieja forman parte del itinerario.
 
La Costa Blanca también está colmada de historia… yacimientos arqueológicos, castillos, murallas, iglesias y monumentos que conforman un rico legado reflejado a través de la Ruta de los Castillos. Cerros, sierras y colinas que en otra época sirvieron para levantar imponentes fortalezas, a modo de fuertes defensivos y vigías, en la actualidad componen una de las rutas turísticas de castillos visitables más bellas de todo el país.
 
En las experiencias, siempre hay un hueco para poner en valor el arte, su arte. Un recorrido por los museos permite comprobar la trayectoria de una provincia marcada por su diversidad cultural, desde la prehistoria al mundo íbero y romano. Además, un extraordinario legado árabe con espléndidas fortalezas declaradas en su mayoría Bien de Interés Cultural.
 
Además, la Costa Blanca es una provincia fiestera por excelencia… no hay rincón ni población, por pequeña que sea, que no celebre alguna fiesta con su propia idiosincrasia.

 

SANTA POLA


 
Los primeros pobladores de Santa Pola habitaron en el tercer milenio A. de C. en la Cueva de las Arañas del Carabassi, situada en la ladera vertical de un barranco de la Sierra. La actividad desarrollada era la caza y la explotación de recursos marinos. La extensión de la agricultura y el influjo de las sociedades orientales, griega y fenicia, a partir del siglo Vll a. C. dan lugar a la aparición de la cultura ibérica, que ha dejado su huella en Santa Pola, en el poblado ibero de Alonai, muy cerca del actual cementerio.


Aquí se situó una ciudad fortificada del siglo IV a. C., cuyos pobladores se dedicaban a la pesca y al comercio con otros pueblos del Mediterráneo, sobre todo con los griegos. A partir del siglo I d. C. se desarrolla el puerto, denominado por los romanos Portas ilicitanus, que pasó a ser la base de un comercio marítimo de gran amplitud, puerta abierta al Mediterráneo de la Colonia lulia lilice Augusta (actual Elche), por donde se daba entrada y salida a los productos comerciales.
 
 El Portas ilicitanus se mantuvo activo durante toda la época imperial romana, del que quedan numerosos testimonios arqueológicos en Santa Pola: una importante factoría de salazón de pescado, en la que se elaboraba la famosa salsa de pescado denominada "garum", almacenes para depositar las mercancías que serian embarcadas en el puerto, calles, casas y otros vestigios. Entre ellos hay que destacar la Casa Romana del Palmeral, lujosa villa del siglo IV d. C. con mosaicos y pinturas murales, que actualmente se encuentra restaurada y acondicionada para su visita.

A partir del siglo V la vida del puerto decae y se produce una despoblación de la zona, como ocurre en el resto de Levante. La falta de actividad humana desde el final del Imperio Romano hasta la Alta Edad Media, configura en esta zona una especie de frontera desierto. A finales del siglo XI se comienza la construcción de los primeros fortines militares en el área meridional del Reino de Valencia.

Durante la Edad Media esta zona se denomina Port del Cap de L'Aljub, que tras la dominación castellana pasó a formar parte del Reino de Aragón en el siglo XIV. En Santa Pola se mantienen periodos de escasa actividad pesquera y comercial, por razones de inseguridad en toda la costa mediterránea, debido a la presión de bandoleros y corsarios. Ello motivó a la construcción del Castillo - Fortaleza y de las Torres Vigía del Tamarit en las Salinas, Escaletes en la Sierra y Atalayola en el actual faro, para la defensa de los marineros que veían amenazada su seguridad y sus intereses, a causa de la piratería. A partir del siglo XVIII, la población se concentra en torno al Castillo-Fortaleza, núcleo del cual parte el desarrollo de la Villa, cuya principal actividad económica radicaba en la pesca.